Navegando sobre olas gigantes de arena a 100km/h

El seis veces campeón del mundo de blokart, el mallorquín Santi Oliver, narra en esta crónica la experiencia de ‘volar’ en su vehículo en el desierto de Mojave

Imagen de la salida del último Campeonato del Mundo de blokart disputado en el desierto de Mojave, en California.

He tenido el privilegio de volver a estar en el lugar adecuado en el momento en el que la naturaleza muestra parte de su fuerza apabullante, pero sin que esta sea destructora, permitiéndome tener una experiencia similar a la del surf de olas gigantes.

He vuelto de nuevo al desierto del Mojave, al lago seco de Ivanpah, lugar de peregrinación, encuentro y competición al más alto nivel de todas las clases de carros a vela y kite-buggies en el estado de California junto a la frontera con Nevada.

La excusa para estar de nuevo allí (mi sexta vez) ha sido el Blokart World Championships 2024 que junto a mis compañeros Martín Simó, Juan Galmés y Pablo Ibarrondo hemos conseguido 3 podios y estar en lo más alto de nuevo.

Uno de los alicientes de este enclave mágico en el valle de Primm y que todos esperamos con los nervios y entusiasmo de niños el día de Reyes, es la aparición del Chinook, este fuerte viento que se origina en el Pacífico, acelera hacia las planicies del interior tras superar la montañas Rocosas formando olas gigantes de polvo y arena del desierto que viajan a 40-50 nudos; entre ellas, los Devil’s Dust (mini tornados) de todo tamaño son invocados por el sol del mediodía cuando este golpea con fuerza el suelo provocando los térmicos que los gestan.

Al pasar de la mañana e ir aumentando gradualmente el viento, los pilotos que están rodando con velas de 5.5 metros cuadrados, salen de la pista a The Playa, así llaman los locales desde los años 60 a la zona de acampada junto al lecho del lago seco, para montar las velas de 4.0 y 3.0. Los más pacientes, esperamos en las caravanas a que las previsiones de vientos violentos se cumplan con las velas de 2.0 (las más pequeñas del blokart) ya montadas mientras compartimos café junto a compañeros y compañeras venidos de todos los continentes.

Cuando el día se oscurece por las primeras nubes de polvo y nuestras casas rodantes sufren los primeros espasmos al sacudirse con 25-30 nudos, las sonrisas se agrandan y las conversaciones se desvanecen mientras tomamos nuestros cascos, guantes y determinación por ver quien es el más rápido hoy.

Empapo mi braga de cuello para optimizar el filtrado de arena y enfriar el seco aire desertico cubriendome la cara hasta las gafas de sol, casco integral de parapente bien ajustado, el GPS cargado, guantes nuevos y en marcha.

Los blokart alcanzaron velocidades muy altas gracias a la entrada del Chinook en el desierto californiano.

Levanto mi vela del suelo incorporando mi carro de su posición de descanso y me introduzco en el pequeño carenado, que me acoge y arropa, amortiguando el rugido de las rachas que ya superan los 35 nudos y el constante chorreo de arena en que se ha convertido The Playa a sotavento de la pista. La lista mental de chequeo sigue: "cinturón de seguridad, enganchado y ajustado; presión de las ruedas, 51 psi, pretensar downhaul’ (nuestro cunningham), colocar la escota correctamente para que no se enganche y volcar, hecho.

Ahora toca regular el sistema endocrino para ajustar los caudales de adrenalina y dopamina, principalmente para que mi memoria corporal haga su trabajo con precisión y me lleve de vuelta a casa con la misma cantidad de dientes con los que aterrizé en Las Vegas hace una semana. Es el momento de aislarme, cierro los ojos, mis manos se vuelven abiertas al cielo sobre el manillar, recuerdo a todos los seres queridos que no pueden estar aquí, que no pueden experimentar la intensidad de este momento, el ruido del viento se minimiza como si hubiera cerrado una puerta y una imagen cruza mi mente arrancándome una sonrisa, el personaje Chìrrut Îmwe en la película Rogue One repitiendo "I am one with the Force, and the Force is with me"… ¡Ya tengo mi mantra! Y comienzo a rezar "Yo soy uno con el Viento, y el Viento está en mi".

Abro los ojos y sé que todo irá bien, he cabalgado una docena de veces la Tramontana con rachas de hasta 52 nudos en la Plage de las Coussoules en La Franqui y  me he enfrentado al Khara Buran (Tormenta Negra) en las estepas mongolas en un terreno salvaje.

Empujo la rueda izquierda mientras giro el manillar a la derecha y la pequeña vela de 2 metros deja de flamear y ya estoy en marcha, observo a mi alrededor todos los pilotos y sus dinámicas para anticipar sus trazadas e incorporarme sin provocar un accidente, nos estamos moviendo en un espacio de unos 2 por 3 kilómetros donde el lecho del lago es más liso, nos vamos cruzando a unos 70-80 km/h y a nuestro paso levantamos más polvo aún que se añade al que lleva el propio viento.

Tras unos 15 minutos siguiendo a otros pilotos, intuyo alguna secuencia en las 'olas', y donde creo que es el mejor lugar donde esperarlas, es un punto del lago donde hay más desnivel y me permite ver con claridad cono reacciona el resto de carros en la inmensidad de la pista. Mientras espero mi ola, doy amplias vueltas a unos 30-40 km/h con la vela abierta hasta que veo crecer una lengua de arena 15-20 mtrs. de altura levantándose en la parte baja del lago, ¡vamos a por ella! Comienzo a cazar escota acelerando rápidamente sobre los 70 km/h, mi rumbo es convergente hacia la ola y la alcanzaré en pocos segundos, está a unos 800 metros y me golpeará por estribor, cuando la cabalgue, aceleraré y realizando una amplia y suave trasluchada a la misma velocidad que ella hasta que note su empuje por babor, será entonces cuando la presionaré girando el manillar hacia la izquierda, habrá un punto en que una racha me sacudirá, cazaré instantáneamente los ultimos 20 centímetros de escota para saltar en una corta parábola hacia la derecha y así conseguir durante unos pocos segundos esa punta extra de velocidad.

Tras 30 minutos de surfear distintas olas, parada para beber, el GPS marca 85 km/h, no está mal, Juan Galmés sonrie entre el humo de un cigarrillo… "yo he hecho 87 km/h!" Bien, esto se anima, la olas de polvo comienzan a ser más grandes y las rachas más violentas, algunos se retiran, ya han tenido suficiente. Repito el protocolo de seguridad con mi nueva letanía del Viento y me incorporo a un grupo de tres neozelandeses entre los que reconozco a mi amigo Torkel Stillefor y sigo su trazada, al cabo de unas vueltas el grupo se separa y quedamos él y yo solos, en una de estas lanzadas desde la parte alta de la pista nos ponemos a 90 km/h y vamos directos hacia The Playa diviso un grupo de 4 pilotos a unos 1.500 mtrs. en un rumbo convergente en dirección contraria, bueno, no hay problema, maniobraremos suavente y nos daremos unos cientos de metros de margen, vamos tan rápido, que Torkel y yo pegado a él, unos 10 metros. y ya cercanos a los 100km/h, observo con alarma que estamos dando alcance a una gran y densa nube de polvo a la vez que por babor pierdo visión de los 4 pilotos con rumbo convergente yendo a virar y nosotros a trasluchar delante de la zona de acampada, mi alarma se convierte en terror cuando Torkel desaparece de mi vista dentro de la nube de polvo y yo pegado a él, en mi cerebro comienzan a salir cálculos en pizarras con nuestros pesos, energías cinéticas y chasis de 23 kilos. lanzados a 100 por hora unos contra otros. Mi tiempo se detiene, ya no veo a Torkel, dejo de respirar, pongo en tensión todo mi cuerpo esperando un posible impacto… tic, tac, vuelvo a percibir su silueta, su carro, su vela y súbitamente todo luz y colores, salimos al otro lado de la ola, cruzamos su espuma marrón y lo celebramos juntos.

Santi Oliver adelanta a Torkel Stillefor por sotavento en plena competición.

El viento ruge alcanzando el apogeo de las previsiones, Ivanpah enseña músculo y vuelvo a mi posición de espera, doy vueltas y vueltas hasta que del fondo del valle veo subir entre las olas de polvo, una lengua de arena que se alza más alta que las demás, tiene que ser esta, si, veo como va creciendo más y más, mi cuerpo reacciona cazando y lanzándose a babor acelerando para alcanzar la parte frontal de esta ola a 1 kilómetro coincidiendo con la parte más lisa del lecho del lago. No se si llegaré, está acelerando y veo como la cresta de la ola se curva hacia atrás a unos 40 metros de altura, por fin la alcanzo, atravieso el polvo de su base y es hora de comenzar a trasluchar, giro la cabeza a la izquierda para calcular la amplitud de mi trasluchada y coincidir en la parte más ancha de la base en el ángulo adecuado y a un par de metros delante del polvo que es donde hay colchón de aire donde me apoyaré para saltar a estribor cazando todo cuando me golpee por babor, se acerca, ¡contactamos! ¡la tengo! ¡doy el salto! me escurro al fondo de mi carenado para ofrecer el mínimo de resistencia mientras cazo toda la escota, mi vela es una lámina acuchillando el aire, el viento ya no nos empuja, silencio, solo oigo las ruedas girar… 1, 2, 3, 4… pierdo el impulso de mi salto sobre la base de la ola, voy orzando a babor mientras suelto un poco la escota, y el rugido me alcanza de nuevo, viro despacio, sin prisa, me voy incorporando y miro el GPS… ¡¡¡102 km/h!!!  ¡¡Genial! ¡Reiniciar!

Lo intento un par de veces más, pero la violencia del viento ha disminuido y me retiro, ya no hay prácticamente polvo y arena en el aire, la luz a vuelto, doy una vuelta al lago llenándome de su ocre, de sus laderas verdes, sus montañas grises y negras, el sol del atardecer las vuelve naranjas, rojas, moradas, todo cubierto por una boveda azul brillante. Aquí es donde el culto a la velocidad se encuentra con las artes de navegación, aquí puedo ver el viento, en un segundo he podido concentrar toda la intensidad. Ésta es mi catedral.

Ahora mi pensamiento se va con mi amigo Pep Bonet mientras rodeo el lago… Namibia, él en el canal rompiendo el récord de windsurf en el canal y yo en blokart rodando a su lado, la sonrisa no me cabe en el casco y mi campo de visión se llena con mi mujer, mis hijos, familia y amigos, les tengo a todos al alcance de la mano y les abrazo agradeciendo todo el apoyo, respeto y cariño que me ha permitido llegar lo más alto, esta es otra pequeña victoria que les pertenece, mi premio es siempre ser el instrumento que atesora la experiencia. No soy nada sin ellos. Ahora debo acabar el campeonato, llevarles su trofeo, el titulo de campeones del mundo que os debo a todos.

Gracias.

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