El 30 de abril de 1983 se celebró en el puerto de Alcúdia la primera edición de lo que entonces se llamó la Feria Náutica Flotante de Baleares. Han pasado cuatro décadas y la afición por el mar de los ciudadanos de las islas se ha desarrollado de forma paralela a lo que hoy se conoce como sector náutico, una actividad económica que, según un informe de El Balearic Marine Cluster, aglutina a 879 empresas que facturan 1.106 millones de euros y generan 5.145 puestos de trabajo. 

La primera edición de la feria fue impulsada por el entonces director general de Industria, Pedro Amorós, y por el director general de Comercio, Francisco Truyols, y fue posible también gracias a la colaboración y el empeño del empresario Narciso Vilaire, fundador de Alcudiamar, el puerto deportivo que cedió espacio en sus amarres para las embarcaciones que se expusieron en el agua y en tierra para los expositores.

Bartomeu Bestard, presidente de Alcudiamar, explica que la organización del Salón Náutico Flotante de Baleares en Alcudia fue “el germen del nacimiento y creación de la Institución Ferial de Balears (IFEBAL), que asumió la competencia de la gestión de esta feria y de las que posteriormente se realizaron en éste y otros ámbitos”.

En aquel primer certamen se exhibieron un centenar de embarcaciones de ocasión y otro centenar de empresas contó con expositor en tierra. El precio del metro cuadrado tanto para los stands como para las embarcaciones en el agua de aquella edición ascendía a 2.000 pesetas (unos 12 euros).

En 1984 el Salón Náutico se trasladó a Palma, y en esta ubicación se viene celebrando desde hace 40 años. Bartomeu Bestard remarca que “en sus orígenes, tenía un espíritu autonómico, sin embargo, ha ido derivando hacia lo que hoy se conoce como Palma International Boat Show, un evento de marcada proyección internacional”.

Chema Sans, un histórico de la náutica balear y director del Palma International Boat Show desde 1987, ha sido testigo directo de una transformación impresionante: «En los años 80 el barco más grande tenía 12 metros, el objeto de deseo de la época era un Puma 34, fíjate. Ahora tenemos la mejor exposición mundial de barcos de más de 24 metros».

«Desde que se creó en el 83», señala Chema Sans, «el Salón ha apostado por vender el destino. Venimos siendo un reflejo del estado de la náutica en Baleares. Ahora tienen mucha importancia las grandes esloras porque Mallorca, y más concretamente Palma, es un centro de reparación y mantenimiento muy potente. Esa industria de primer nivel se da la mano con el Salón Náutico».