Respeto esas opiones –faltaría más–, pero no termino de comprender la mayoría de argumentos que se esgrimen. El de más peso, supuestamente, dice que la vela es un deporte que siempre ha integrado a la mujer. Correcto. Pero ocurre que menos de un 10% del conjunto de regatistas que participan en competiciones de los circuitos mediterráneos de vela pesada son mujeres.
Esto no debería ser así si se tenemos en cuenta que en la vela olímpica se ha alcanzado la paridad total y que más o menos la mitad de los equipos de regatas de los clubes náuticos de Baleares cuentan con el mismo número de niños y niñas. Es evidente que algo anómalo pasa si en el momento de producirse el salto al crucero casi todas la mujeres se volatilizan.
Ante esta situación la Copa del Rey MAPFRE podía hacer tres cosas: 1) nada; 2) incentivar de algún modo la inclusión de mujeres en las tripulaciones; 3) crear una clase específica para ellas. La primera hubiera sido la más cómoda (nadie se hubiera quejado) y la segunda hubiera significado una ingerencia en la soberanía del armador para decidir con quién navega. La tercera parece sin duda la más acertada de las alternativas y –aun siendo cierto que apenas amplía la presencia de las mujeres en la competición– se ha revelado como la manera más eficaz de poner sobre el tapete un asunto que existía pero que tanto organizadores como aficionados en general preferían ignorar.
Creo que la Women’s Cup auspiciada por el Real Club Náutico de Palma y patrocinada por Purobeach no sólo ha sido una buena idea, sino que dice mucho de quienes la han puesto en funcionamiento y han apostado por ella con su dinero. Hasta la fecha, las tripulaciones femeninas eran poco menos que una anécdota, la excepción que confirmaba la regla de que la Copa del Rey eran un biotopo enimentemente masculino. La nueva categoría femenina ha hecho que las mujeres de la regata no sean las protagonistas del típico reportaje de color, sino de la información deportiva que la competición ha generado a diario. Se ha hablado de las mujeres que luchaban por la victoria, y eso es algo que –guste o no a los detractores de la iniciativa– no había pasado nunca en la mejor regata de España. Y les hablo con conocimiento de causa, pues este agosto pasado se han cumplido 20 años desde que cubrí mi primera Copa del Rey. Como mujer sentí emoción al ver cómo las ganadoras –de Baleares, para más orgullo– subían a la tarima y recogían el trofeo de manos del Rey Felipe. Ojalá hubiera sido la Reina Letizia (o la princesa Leonor) la encargada de librar la primera Copa femenina de la historia, pero en esta vida no se puede tener todo.
Debatamos, si les parece, sobre cómo articular la Women’s Cup, sobre si el Viper 640 es el barco adecuado (a mí, personalmente, me gusta mucho), sobre lo que quieran, pero no me digan que se trata de una mala idea sin aportar una alternativa realista que garantice la presencia que la mujer se merece en el deporte de la vela, sea cual sea su modalidad.
Women’s Cup, una excelente iniciativa
Hay gente a la que le ha parecido mal que la Copa del Rey MAPFRE, que es el mejor evento deportivo anual que se celebra en Baleares, haya decidido crear una clase femenina.