Nuestro deporte no estará en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 –lo que ya se sabía– ni tampoco en los de París 2024 porque, según ha trascendido, no reúne los requisitos exigidos por el organismo gestor del mayor evento de deporte inclusivo del mundo. Al parecer, la vela paralímpica no tiene la repercusión en medios ni las audiencias televisivas que le gustarían a la IPC.
Todo esto me suena. Hace años que el Comité Olímpico Internacional (COI) amenaza con suprimir la vela del programa de los Juegos alegando razones mercantiles que nada tienen que ver con el espíritu olímpico, hasta el punto de querer convertirla en otro deporte, como si a los atletas de la prueba de 1.500 metros se les exigiera desplazarse por la pista con patines para ir más rápidos y dar más espectáculo. La advertencia del COI está provocando la conversión de la World Sailing (la Federación Internacional de Vela) en una especie de sucursal de la firma de bebidas hipercafeínicas Red Bull, donde no molas si no estás a punto de escacharrarte en cada bordo. La inclusión entre las clases olímpicas de esos artefactos playeros llamados Nacra 17 (ahora, encima, con foils), sustitutos de los nobles catamaranes Tornado, obedece a esta nueva concepción un tanto adolescente del deporte que se nutre de la cultura del skateboard y ya ha supuesto, de hecho, la desaparición de todos los barcos quillados.
Unos lo llaman evolución, yo lo llamó transformación. No me parece bien ni mal, y lo acepto. Qué remedio. Así son las cosas.
Lo que ya no me parece de recibo es pretender trasladar esa visión economicista, miope y excluyente al deporte adaptado, que es exactamente lo que acaba de hacer el IPC al cargarse la vela adaptada durante un mínimo de ocho años, que seguramente serán más. Al margen de si la World Sailing ha hecho bien o mal su trabajo al elaborar su proyecto paralímpico, está claro que el IPC ha demostrado no tener sensibilidad ni la menor idea de la aportación que la vela tiene para cualquier deportista con discapacidad. Considerar que no merece ser paralímpica una actividad que se practica en aguas abiertas, en contacto directo con la naturaleza, y que obliga a adaptarse no sólo a la embarcación sino también a los elementos, es no entender nada. Mezclar el compromiso social del deporte paralímpico con los ingresos por audiencias es revelador de en manos de quienes están los máximos organismos internacionales.
En los Premios Timón de Gaceta Náutica de 2017 reconocimos la labor desarrollada en los últimos años por el Club de Vela Port d’Andratx y el Real Club Náutico de Palma, junto con las fundaciones Alex y Handisport, en el fomento de la vela adaptada, un patrón de compromiso social que, ahora más que nunca, deberían imitar otros clubes de las Islas Baleares. Hay rentabilidades que no se miden con dinero y hay más glorias deportivas que las olímpicas. Pasemos de la IPC y, por favor, sigamos apoyando a nuestros regatistas de vela adaptada para que, con su impagable ejemplo, nos sigan recordando que nada es imposible.
Vela adaptada, ahora más que nunca
El varapalo del Comité Paralímpico Internacional (IPC) a la vela adaptada ha sido muy duro y muy injusto.