Nos caracteriza esa facilidad de complicarnos la vida y caer en querer más de todo porque sí. Y quienes navegamos no somos excepción. Claro que es bonito navegar en un día soleado, con una brisa de través que dé al barco camino, la mar calma para no ir saltando de proazo a pantocazo, fondear en la cala perfecta con fondo de arena donde el ancla haga cabeza enseguida en 4 o 5 metros de agua y con sólo un poco de cadena fuera.
La cala, claro está, para nosotros solos, sin motos de agua, a mediados de junio cuando en Mallorca el sol todavía no aprieta. Darse un baño, sacar la tortilla, el pollo asado y la ensalada, luego la tarta para el postre. Y así pasamos un rato en el precioso medioambiente náutico de Baleares, envidia de quienes no pueden y derecho asumido de los que sí.
En el momento en que algo amenaza ese status quo tan especial, se alzan las protestas airadas: la barbaridad del decreto de la Posidonia, la ITV de los barcos, las titulaciones náuticas, la obligatoriedad de sistemas de seguridad a veces obsoletos. Y hay mucha razón, pero no toda.
Deberíamos aprender a ponernos en la situación del «otro», del prójimo, del familiar, de quien sea que está del otro ladoUna cosa que deberíamos aprender es ponerse en la situación del «otro», del prójimo, del familiar, de quien sea que está del otro lado. ¡Hasta del gobernante, miren lo que les digo! No somos seres individuales. Vivimos en parejas, grupos, familias, comunidades y países, que todos juntos se llaman sociedad.
Y en esas sociedades hay golfistas, futboleros, maestros, camareros y hoteleros, que comparten aficiones, conocimientos, miedos y trabajos. Y los nautas somos unos de ellos, y nos toca vivir con los otros. Y todos vamos andando, algunos más eficientes y otros mejor organizados, para mantener su lugarcito y sus necesidades y preferencias y sus entretenimientos.
Todos disfrutamos de cosas a las que no llegamos por necesidad. Zarpar y atracar marcando puntos temporales entre los cuales se disfruta. Luego, un vacío hasta la próxima zarpada. ¿Dónde quedó la vida de club, salir a navegar con un par de bocatas y a tirar piernas por la bahía, o ir a dar la vuelta a Cabrera o Dragonera y volver? ¿De apalancarse en la bañera y charlar lo que haga falta, cervecita o Coca-cola o cigarrillo en mano, pero escuchando el viento y el agua acariciando el casco, disfrutar de la curva perfecta de la baluma, trimar la mayor y el genova hasta que timonear sea casi innecesario?
Claro que una paradita corta no está de más, pero navegar, surcar el mar, la barca en movimiento, es la esencia de lo que nos une.
El Yacht Club de Monaco, pijísimo pero muy constante en defender las tradiciones del deporte, organiza cada dos años la «Classic Week» o semana clásica. No hay limitación de esloras, y la única imposición para inscribir un barco es que tenga más de 50 años. En 2012 me invitaron a tripular el Tigris un 16 metros construido en 1899 y mantenido con cariño y conocimiento. El Tigris no lleva ninguna ayuda para la jarcia fija o de labor. Las drizas se tensan con vuelta y media en una cabilla y la maniobra de arco.
Las escotas de genova se tensan con aparejos. La mayor es enorme, la botavara sobresale dos metros de la popa. Genova, mayor, trinqueta y escandalosa. ¡Qué placer! Después de casi cuatro horas de regata, un bocata de atún, pollo o rosbif con el pan ya un poco gomoso por esperar siete horas para ser comido y unas latas de cerveza de la nevera con hielo, única concesión al confort de los 8 tripulantes.
¿Les resulta placentero leer sobre la navegación en el Tigris? Cada uno puede imaginárselo, y cada uno lo hará de forma diferente. La náutica se puede disfrutar de muchas maneras, desde la más básica. No cometan el error de exigirle extras. Sepamos valorar lo que tenemos y que no tuvimos que ganar a pulso.
Si hay que cuidar la posidonia, cuidémosla. No queremos limitaciones, pero tampoco que Portals Vells y Formentera se deterioren por los cientos de barcos y motos de agua que cada día ponen a prueba el aguante de la naturaleza. Reeduquémonos un poco y, sin dejar de luchar por lo que creemos nuestro derecho, valoremos y sepamos disfrutar la maravilla que es el mar que nos rodea y todo lo que nos da.