Tengo todavía dos historias de la gran época del yachting (1850 – 1920) pero voy a dejarlas para los meses siguientes porque tengo una crisis de identidad moral. Bastante se habló en las semanas previas al juicio del caso Mar Blau, corrupción beneficiando irregularmente a candidatos a concesiones de puertos deportivos.
Una vez, mientras todavía creía yo en las instituciones, coincidí con Ángel Matías en la entrada del Salón Náutico de Palma. Le conocía porque había participado en reuniones de ANADE, la asociación de marinas de Baleares, a las que yo también había asistido. Le pregunté por qué seguía la APB con la política de subastar las concesiones al mejor postor, ya que eso era lo que hacía subir los precios de los amarres y hacer imposible la náutica en Baleares para los nautas locales y muy poco atractiva a los visitantes, que eso se estaba saliendo de cauce, que por qué no hacían un estudio serio de mercado a través de una reconocida empresa externa para tener una base seria sobre los precios a autorizar. No recuerdo en qué idioma me respondió, a veces parecía castellano, me gustan los idiomas pero no pude reconocer ninguno en su cháchara monótona y de actitud soberbia. Entonces va y me suelta que qué me parecía que él se había enterado de que un grupo empresarial que opera en el puerto se hacía cargo de pagar el abogado a quien le acusaba, en la autoridad portuaria, de acoso . Le contesté que no me extrañaba, que había gente que le detestaba, que quizás desde su trono de la dirección de la autoridad portuaria no se diera cuenta del alcance de sus acciones.
Me dio la mano sin mirarme (había una gaviota que llamaba su atención, quizás para crear una tasa gavina), se dio vuelta y se fue. Lo absolvieron del caso de acoso. Luego comenzó el caso por el Club Náutico de Mao, donde se le grabó mientras cambiaba amarres por adjudicación y luego se publicó la conversación en Internet. También se hizo público lo de la adjudicación donde se llamó a miembros de la mesa técnica a las 12 de la noche dos días antes de presentar los resultados y se les hizo reevaluar los proyectos cambiando las bases de puntuación. Todo esto es información que en su momento fue publicada por los medios.
Lo triste es que es el sistema el que permite que estas cosas sucedan. Siempre hay áreas grises y razones que no todo el mundo conoce y pesan en las decisiones, sobre todo en las estratégicas, y que no pueden ser hechas públicas. Por eso el gobernante representa al pueblo, no gobierna con él. Y hasta hace relativamente poco, los secretos se mantenían secretos, o morían con sus portadores. Ahora, con las comunicaciones abiertas hasta por teléfono y la facilidad de acceder a datos, el personal tiene bastante más cuidado. Actuar como todopoderoso y la impunidad se van haciendo difícil, todo finalmente se sabe, a tal punto que nadie quiere autorizar nada, aunque sea algo correcto y cumpla la normativa, por miedo a un reclamo o un planteamiento de duda sobre una acción.
Me pregunto: ¿Cómo va a cambiar el sistema si a altos cargos y después de 10 años de investigación, les negocian el pedido de 18 años de cárcel por una multa de 4.000 euros?? ¿Pueden esos extremos ser parte del sistema? Viéndolo así parecería que, para según quien, delinquir sale a cuenta.