El inicio de la temporada alta de la náutica en Baleares nos ha dejado ya los primeros accidentes. El más grave de ellos le costó la vida a una turista que fue impactada por la hélice de la embarcación de charter en la que había salido a navegar. Lo que debía ser una jornada de navegación y ocio se transformó en cuestión de segundos en una tragedia que, además de haber segado una vida, marcará para siempre la existencia de la familia de la víctima que presenció el suceso y la del patrón de la embarcación, imputado por un delito de homicidio imprudente.
De entre los muchos contenidos destacados de esta edición de Gaceta Náutica, me quedo, sin duda, con la entrevista al jefe del Servicio Marítimo de la Guardia Civil, el capitán Francisco Córdoba Fernández. No dice nada que no sepamos —o mejor dicho: que deberíamos saber—, pero pone en evidencia que muchos de los accidentes que se producen en la mar, especialmente en la época estival y en embarcaciones gobernadas por personas con escasa experiencia, podrían evitarse tomando unas mínimas precauciones elementales.
Uno de los datos que ofrece es demoledor: cada año se producen, de media, diez siniestros por alcance de hélices, dos de ellos mortales. Esto viene siendo así desde hace muchísimo tiempo, pero no por ello es asumible. Es fundamental que los navegantes tomen conciencia de este peligro y de la necesidad de maniobrar sus embarcaciones habiéndose asegurado de que no hay bañistas a su alrededor y de impedir algo tan habitual como que haya tripulantes situados en la proa de la embarcación mientras se navega, ya que, en caso de caída accidental, la propia forma hidrodinámica del casco dirigirá la persona hacia la hélice.
Cada año se llevan a cabo campañas de concienciación medioambiental, y está muy bien que así sea. La primera hoja del manual de instrucciones de muchas empresas de charter advierte a sus usuarios de la prohibición de fondear sobre posidonia, pero se echa en falta una mayor información sobre seguridad. Se da por sentado que los navegantes conocen las normas, lo que es cierto en la inmensa mayoría de los casos, pero nunca está de más que en el momento de ponerse a los mandos de una embarcación, ya sea propia o de alquiler, los patrones tengan presentes los riesgos y se vean de algún modo impelidos a seguir protocolos tan simples como airear las cabinas antes de encender el motor. Al igual que ocurre con las hélices, en Baleares se producen cada año deflagraciones mortales por fugas de combustible y la confinación de gases. Todo el mundo sabe que hay que abrir las escotillas antes de arrancar el motor, pero, seamos sinceros, muy pocos lo hacen.
Cuando llegue octubre y hagamos balance de las asistencias de la temporada, volveremos a publicar que Baleares es la región con mayor número de incidentes marítimos. No es nada extraño: también es la zona con mayor densidad de embarcaciones en temporada alta. Pero, más allá de las simples cifras, convendría que ese balance distinga cuántos de todos esos siniestros han tenido consecuencias catastróficas y cuántos se produjeron por una imprudencia absurda. Quizás sólo así consigamos que los navegantes, muy especialmente los ocasionales, asuman que navegar es una actividad muy seria donde cualquier pequeño despiste o falta de precaución puede terminar muy mal. Por favor, naveguen seguros.