El caso es que, revisando los ejemplares, me he encontrado con dos informaciones bastantes amplias sobre la problemática global de los plásticos flotantes, señal de que la situación a la que hemos llegado es muy grave y no tiene fronteras. Una ocupa la parte principal de la portada de uno de los gratuitos que se reparten en la entrada del metro y alerta de las consecuencias de la saturación de envases de un solo uso en el medio ambiente marino; la otra es una doble página en la edición del 23 de abril del Times sobre las alternativas que se están desarrollando para mejorar el reciclaje y la fabricación recipientes biodegradables. Lo ilustra la imagen de una tortuga marina atrapada en una bolsa de escombros.
Reconozco que el asunto de los plásticos me tiene obsesionada. En muy pocos años –¿qué son acaso dos o tres décadas en el conjunto de la historia?– hemos asistido a un deterioro enorme de los océanos por esta causa. Ahí están los datos inquietantes que nos ofrecen los científicos y que, sin embargo, no están generando la reacción que exige el asunto. Lo pensaba mientras estaba corriendo el maratón de Londres y veía cómo miles de botellines de agua se iban acumulando en las cunetas.
Fue una carrera dura, con mucho calor, y yo misma bebí varias decenas de esas medio botellas de plástico para hidratarme y llegar a la meta. No quiero criticar a la organización, pues el pocas horas estuvieron todas recogidas, auque sí me pregunto si no existe alguna alternativa a semejante dispendio; si no debería buscarse una solución a un impacto medioambiental tan evidente.
No hay que volver a tierra sin haber pescado. Los contenedores amarillos de los puertos se han de quedar pequeñosDe uno u otro modo, ya sea porque los arrastra la brisa o viajan por el aire convertidos en microparticulas tras ser incinerados, todos los plásticos terminan en el mar. Ni la responsabilidad ni los posibles remedios son, por tanto, exlusivos de los navegantes, aunque sí creo que éstos podrían hacer más por mantener limpias las aguas litorales.
Hace unos años se organizó una interesante actividad conjunta del RCNP y el IMEDEA para que los regatistas del Ciutat de Palma recogieran todos los plásticos que encontraran en su rumbo y los depositarán en un contenedor de reciclaje. Fue una buena idea, pero le faltó continuidad. El Trofeo Princesa Sofía también ha sido pionero este año al reducir el uso de plásticos en el material de la organización y promover la recogida de desechos de la mano de una entidad prestigiosa como One Earth One Ocean.
Obviamente, no basta con la implicación de los clubes organizadores de regatas. Hace falta que los navegantes de recreo se comprometan de forma individual en la limpieza del mar. En verano hay miles de barcos navegando en Baleares. Ni uno sólo de ellos debería llegar a puerto sin haber pescado una buena cantidad de plásticos.
Si este año, con todo lo que sabemos, los contenedores amarillos de los puertos deportivos no se quedan pequeños, es que no hemos sido capaces de transmitir la gravedad del problema. Y será necesario insistir una y otra vez, sin descanso, para que nuestros nietos tengan donde navegar.