En la época de los cátaros, allí por 1.200, la Iglesia iba mosqueada por las rápidas afinidades que esta tendencia iba logrando al proponer una iglesia limpia, sin boato, asceta, casta y vegetariana. Roma vio que el asunto se le iba de las manos, no fuera a ser que le impusieran la humildad, le quitaran la lujuria y sus purpurados no pudieran zamparse un faisán dos veces por semana. Conspiró la Iglesia con señores locales en el Languedoc y en Aragón, formó la Inquisición en 1229 y comenzó a perseguir y achicharrar cátaros, con una gran hoguera final donde arrojaron a los 200 defensores de Montsegur, el 16 de marzo de 1244, dando por extinguido el movimiento (no lo fue).
Así apareció la Inquisición. La española, tal como la conocemos, campeó desde 1478 a 1834. Esta rama de la Iglesia de Roma se ocupaba de perseguir todo lo que pusiera en duda la fe cristiana. Una organización extremista que necesitaba generar casos de herejía para justificar su existencia y acojonar a todo el mundo. Bien sabido es que se utilizó mucho como arma política: con que alguien cayera mal a otro, se le acusaba de herejía y aún en caso de que se le declarara inocente, pasarían años antes de recibir la sentencia, y eso si seguía vivo. El miedo no era cometer una herejía, sino ser acusado de cometerla. Este método no es exclusivo de la Iglesia Católica. En épocas mucho más cercanas lo utilizaron líderes y dictadores para controlar a sus gobernados y conquistados. La historia de Europa y Asia entre 1930 y 1960 está llena de ejemplos.
El Conseller Mir debe ser muy leído, lo cual no debe sorprendernos dadas sus altas calificaciones profesionales. Ya el hecho de leer es todo un logro en la época en que vivimos, no por saber el significado de unos grupos de letras (palabras) sino por el afán del permanente aprendizaje que la lectura brinda. Se me ocurre que después del varapalo que recibió cuando le tumbaron su prohibición “por las dudas” de fondear, el pobre vio violada su condición de persona que ejerce una actividad partidaria con cargo público (político), a la que usualmente se le permite desde dentro hacer lo que le sale del forro. Es el riesgo de los soberbios, y debe doler un huevo, o los dos (huevos figurativos, de ambos géneros).
Se da publicidad al cartelito que invita a denunciar cualquier daño a la Posidonia. “Envíe usted un WhatsApp con coordenadas, descripción del incidente y de la embarcación infractora, fecha y hora, y si es posible nombre de la embarcación”. Adaptación perfecta de las prácticas medieval-modernas para despertar el morbo de la masa y hacer que nos matemos los unos a los otros.
Aquí se da una posible situación de conflicto: si fondeamos cerca de un emisario, no sabremos si estamos dañando algo del fondo marino, ya que lo único que podremos observar son zurullos, bolsas de plástico de diferentes tamaños y colores, un agua de color pardo y olor a podrido proveniente del enjuagado que las últimas lluvias han hecho de algunas calles de Palma (si tiene un tufillo a curry es posiblemente de Blanquerna, donde hay varios restaurantes indios).
Conseller Mir: le invito a navegar (de riguroso incógnito) y conocer un poquito de la realidad de la náutica en Baleares, así deja de meter la pata y se distancia de sus colegas hablando con propiedad de lo que tiene a su cargo. Esto no es broma: aceptar algo así (vivirlo desde dentro) sería un enorme paso adelante y nos vendría bien a todos.