Cada año por San Juan en casa hacemos el petate, alquilamos un velero y largamos amarras. Cabrera suele ser nuestro primer destino, un paraíso al lado de casa. Luego vienen otros puertos y calas, lugares que hacen palidecer de envidia a cualquiera. Aunque repitas, lo cierto es que es como si las descubrieras por primera vez.
Los preparativos ya le meten a uno el gusanillo en el cuerpo: menús a bordo, cenas en puerto, encargarse de la compra de las vituallas, no olvidar el hielo ni las pilas para la linterna y el walkie, reservar amarres o boya, prever y trazar los itinerarios, con opciones en cada caso para tener abrigo seguro si es necesario. Todo es una alegría en casa. Y es que vivir a bordo, navegar, es una aventura. Hacerlo en Mallorca: un privilegio.
Estaba con todo esto cuando leí el artículo de Juan Poyatos en Gaceta Náutica, que rememora el triste suceso del submarino C4, que se hundió en aguas del puerto de Sóller con 44 hombres a bordo el 27 de junio de 1946. Esto me hizo recordar que mi padre siempre me contaba que en aguas de Cabrera hay un pecio también, en este caso de un avión de la Armada. Y es que el 28 de mayo de 1980 un avión Harrier con base en el portaaeronaves Dédalo cayó al agua en las proximidades de Cabrera.
Nos recuerdan las crónicas que el avión monoplaza iba tripulado por el teniente de navío César Jáuregui García, que contaba con 32 años de edad. Iba el oficial volando en formación con otros dos Harrier que habían despegado del Dédalo en aguas cercanas a Alicante y tomaban parte en los ejercicios Armada-80. Según relataron los compañeros, cuando la escuadrilla de Harriers se disponía a efectuar ejercicios de tiro sobre Isla Redonda, se encontraron con una capa espesa de nubes y decidieron regresar al Dédalo. En ese momento, al efectuar el viraje, el Harrier pilotado por el teniente de navío Jáuregui desapareció al precipitarse al mar.
Las noticias del accidente se recibieron en Palma procedentes de la torre de control y de la estación radiocostera. Inmediatamente, salieron varias unidades navales de la Armada desde Porto Pi, así como aviones del SAR (Search and Rescue) del Ejército del Aire y helicópteros del propio Dédalo. Posteriormente se sumaron a la búsqueda aviones norteamericanos procedentes de Rota. Los resultados fueron infructuosos y no se consiguió localizar ni al piloto ni a la aeronave.
El cuartel general de la Armada hizo público un comunicado oficial tras el trágico suceso: «En la tarde del día 28 despegaron del portaaeronaves Dédalo tres aviones Matador, cuando el buque se encontraba en la zona de cabo de Palos, para realizar ejercicios en isla Redonda, del grupo Cabrera, existiendo buenas condiciones de mar y de visibilidad. En la fase de aproximación a baja cota, a diez millas aproximadamente del objetivo, se encontraron condiciones meteorológicas adversas que, por falta de visibilidad, impedían efectuar el ejercicio, por lo que la formación decidió regresar al Dédalo. En el viraje se rompió la formación, perdiéndose la comunicación del ala izquierda, pilotada por el teniente de navío César Jáureguí».
Quede con estas líneas nuestro sentido homenaje y recuerdo. Honor y gloria a nuestros marinos.