AZUL DE ULTRAMAR

SABINA PONS

Padre mallorquín, madre alemana. He crecido junto al Mediterráneo. Soy licenciada en Ciencias de la Información y Graduada en Historia del Arte.

Nacida de la mar y el cielo

Al contemplar ‘El nacimiento de Venus’ sentimos que la primavera está a punto de estallar sobre la Tierra y que el amor está llamado a convertirse en la fuerza motriz de la vida.

El nacimiento de Venus (c. 1485), de Sandro Botticelli. Templke sobre lienzo. Galería de los Ufizzi, Florencia.

Celebremos la vida, el amor, los dones infinitos de nuestra existencia. Recordemos que el arte puede ser un vehículo para reflejar la belleza y no solo para recrear historias sagradas. Tengamos la osadía de pintar un desnudo femenino a tamaño natural por primera vez en mil años. Aventurémonos a darle una vuelta al cristianismo sumándole la sabiduría de los antiguos griegos y romanos. Rompamos de una vez con la Edad Media —que se nos está haciendo larga— y penetremos de lleno en el Renacimiento.

Este podría ser el subtexto de El nacimiento de Venus, un lienzo (sí, lienzo, el primero que se usó en la Toscana) pintado a finales del siglo XV, que mide cerca de dos metros de alto por tres metros de ancho y cuya contemplación en vivo, en la florentina Galería de los Ufizzi, te inunda el corazón de primavera. Mirad cómo se agita la vida en el cuadro, todo parece vibrar: la melena de la diosa, cuyos mechones dorados llamean; las olas que se rizan sobre el mar; el manto púrpura con el que una Hora la recibe en la orilla.

Es Venus, la Afrodita romana, la diosa del amor, la fertilidad y la belleza, fruto de una concepción un tanto complicada. Cronos, dios del Tiempo, se revuelve contra su padre, Urano, dios del Cielo. El combate es feroz y el desenlace, truculento: Cronos vence y castra a su padre, cuyo semen es derramado sobre el mar. De la unión de la semilla del cielo y la espuma del mar nace Venus, que es suavemente conducida hasta tierra firme sobre una concha.

Copia romana de la Afrodita de Cnido del escultor griego Praxíteles. La primera estatua femenina desnuda y quizás fuente de inspiración para la Venus de Botticelli. Podemos visitarla en el Museo Nazionale de Roma.

Este es el momento que ilustra Sandro Botticelli: la llegada de Venus a las costas de Chipre gracias a la colaboración de Céfiro, de cuyos carrillos hinchados sale el viento que la impulsa, y de su compañera Cloris, diosa de la brisa primaveral, ambos amorosamente entrelazados. Fijaos en la grácil lluvia de rosas, no en vano la leyenda cuenta que el primer rosal brotó de la huella de Venus al pisar la isla.

Deteneos en la figura exuberante, redondita, nacarada de Venus, en el abultamiento de su vientre, en la mirada tranquila, en el gesto soñoliento de quien despierta de un letargo invernal. La imagen es tan potente que apenas reparamos en la longitud exagerada de su cuello, en la pronunciada caída del hombro, en la extraña torsión del empeine. Qué más da que Botticcelli renunciara a la perspectiva si fue capaz de crear este prodigio de armonía y belleza, qué más da que se tomara ciertas libertades en el dibujo si con la contemplación de la escena sentimos que la primavera está a punto de estallar sobre la Tierra y que el amor está llamado a convertirse en la fuerza motriz de la vida que renace.

Las revisiones del cuadro de Botticelli en el arte contemporáneo son incontables. David LaChapelle imagina a la diosa coronada de oro y calzada con escarpines de lentejuelas en Rebirth of Venus, en 2009.

Fijaos en los colores fríos de la pintura al temple, en cómo resplandecen: el alegórico turquesa del mar, el azul pastel del cielo, los detalles dorados en las alas, en el filo de la concha (símbolo de fertilidad), en las hojas de mirto que ciñen la cintura de la ninfa que espera a la diosa para arroparla. Y esa luz uniforme, como de alabastro, que alegra la escena y le otorga un aire de fábula.

Vendrán malos tiempos, la estulticia humana barrerá la alegría, seremos esclavos de dogmas absurdos, los malos se impondrán de nuevo, nos veremos obligados a doblar la cerviz y a guardar silencio. Pero nunca, nunca, podrán cancelar la primavera.

La Venus de Botticelli ha protagonizado este año la campaña publicitaria del Ministerio de Turismo de Italia no sin polémica. El uso de la imagen ha sido calificado de “grotesco” por algunos sectores.

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