En Martinica comenzaba a sentirse la humedad típica del Caribe en los meses cálidos (abril a octubre). La empresa holandesa para la que trabajaba como patrón de uno de sus veleros de 40 pies, un Frans Maas construido exquisitamente en Breskens a imagen y semejanza de un Swan, me pidió cruzar con él Atlántico, pasar por Azores, Mallorca y llegar a la base en Grecia. Zarpamos bien pertrechados el 19 de abril de 1983. El GPS no existía.
Claudio Ptolomeo (90-168 AD) situó el meridiano cero (origen de las longitudes) en Punta Orchilla, la punta más al oeste de la isla del Hierro. ¿Por qué? Porque era el punto más al Oeste del mundo conocido en aquel momento. Siguió siendo utilizado como meridiano cero durante 16 siglos, hasta que en 1667 Luis XIV funda el Observatorio de París y establece su meridiano cero, que pretende se transforme en referencia universal. España decide que el suyo será el de Cádiz. En 1884 se celebró en Washington la Conferencia Internacional del Meridiano para decidir qué meridiano iba a ser el adoptado mundialmente. Se calculó la cantidad de buques que se regían por cada uno de ellos, y Greenwich acaparó el 65% de usuarios contra 10% de Paris y el 5% de Cádiz. Greenwich salió elegida y a los franceses les cayó fatal. Tardaron bastante tiempo en reconocerlo.
A los tres o cuatro días de navegación, decidí tomar mi primera posición astronómica. Brisa sostenida, fresco matinal, estrellas escogidas (Arcturus, Sirius, Capella, Betelgueuse y Spica), me voy con el sextante y el reloj a apoyarme en el mástil para ganar estabilidad, encuentro y bajo una, anoto ángulo y hora, ajusto el filtro, encuentro y bajo la siguiente cuando ya el crepúsculo terminaba y la estrella casi no se veía. Bajo a la mesa de cartas, hago los cálculos ayudado por el almanaque náutico (Reeds) y las tablas HO 249. Todo parecía bien. Seguí la guardia festejando la recta matutina con un café tempranero. La situación empeoró al tomar la meridiana: según el cálculo, habíamos avanzado mucho más al este de lo que había calculado por estima. El primer subidón duró sólo unos segundos, tenía que haber un error en los cálculos, no había corriente oeste-este que nos ayudara y el Virgo Maris ceñía a una velocidad promedio de 6-7 nudos.
Vuelta a calcular. Control del sextante (un Freiberger muy liviano con unos filtros ópticos excelentes, tanto para sol como para horizonte). Todo perfecto, pero la diferencia seguía allí. Me puse a controlar la posición estimada verificando las escalas verticales y horizontales de la carta, y por suerte -porque fue suerte- , lo ví: una nota en cursiva pequeñísima sobre el reticulado de las longitudes a media carta, que leía: “Longitudes ouest du méridien de Paris”. Tardé unos segundos en asimilarlo. Miré la carta, y era francesa. Miré cual había sido la fecha de edición: 1947. Última corrección 1961.
Los franceses, muy suyos, habían estado reimprimiendo cartas basadas en el meridiano de París hasta después de la Segunda guerra mundial, 63 años después de la adopción del meridiano de Greenwich como meridiano cero. Manda huevos.
Rehíce los cálculos de los dos últimos días ploteados en la carta inglesa y con enorme placer confirmé estar donde creía, avanzar a la velocidad prevista, y estar cumpliendo con la llegada prevista a San Miguel de Azores en dos semanas. Varios años después, fui a París y a Greenwich con mujer e hija a pararme en medio de sus meridianos respectivos y rendirles, a ambos, la pleitesía histórico-geográfica que merecen.