No estoy al corriente de lo que ocurre con otros deportes en Baleares, pero no creo que haya muchos que puedan presumir de ser la primera potencia nacional ni de haber conseguido colocar a dos de sus representantes en la élite de los últimos juegos olímpicos, obteniendo además una medalla de bronce y un diploma. La gestión de la vela balear es un ejemplo de trabajo bien hecho y de cooperación entre clubes y federaciones. No siempre fue así. Hubo un tiempo en que todo el mundo iba por su lado, pero no vale la pena recordarlo, pues ya forma parte de un pasado lejano.
Hizo muy bien la presidenta de la Federación Balear de Vela, Cati Darder, en hacer partícipes a los clubes náuticos de los éxitos de sus deportistas. La Gala de la Vela de 2022, celebrada el pasado 28 de mayo, fue la primera en la que la organización corrió a cargo conjuntamente de la federación y la Asociación de Clubes Náuticos de Baleares (ACNB), que aprovechó la ocasión para presentar su nuevo vídeo corporativo y reivindicar la parte importantísima que le corresponde del gran momento que están viviendo tanto la vela como el piragüismo balear. Dos datos que hablan por sí solos: el 95% de las licencias de vela y el 85% de las de piragua corresponden a socios deportivos de clubes náuticos.
El acto sirvió, como es lógico, para homenajear a los 76 regatistas que el año pasado obtuvieron 134 podios en campeonatos nacionales e internacionales, así como a los olímpicos de Baleares, pero sobre todo para recalcar la labor fundamental de los clubes náuticos ante las autoridades presentes, entre ellas los responsables de los organismos públicos que han de decidir el futuro de estas entidades.
El fomento del deporte náutico no está al alcance de cualquier operador portuario porque no consiste únicamente en organizar cursillos de verano y en tener barquitos colectivos para sacar a pasear a veraneantes. Los técnicos de las autoridades portuarias andaban muy errados a este respecto y por eso, y otras razones menos confesables, le otorgaron el Club Marítimo de Mahón a Trapsayates (que ni se molestó en cumplir los pliegos del concurso) o han propiciado la aparición de clubes fake como el Club Básico 12 Millas.
Los Deportes Náuticos, en mayúsculas, son licencias federativas; son directores deportivos, técnicos y monitores en plantilla; son lanchas de apoyo; son trabajadores cualificados capaces de organizar regatas (no basta con pagar cánones de circuitos profesionales para que te monten el circo en el puerto); son participaciones regulares en campeonatos y copas de España, en europeos y mundiales; son la logística de los desplazamientos; y son resultados oficiales. Todo esto significa esfuerzo y dinero. El esfuerzo y el dinero que las empresas con legítimo ánimo de lucro (y remarco lo de legítimo) no están dispuestas a invertir a costa de su cuenta de resultados.
Las bases del concurso para la concesión de los amarres que un día fueron del Marítimo de Mahón son esperanzadoras, por cuanto han puesto sobre la mesa todos los citados condicionantes. La sociedad, representada en los poderes públicos, tiene el derecho a reservar una parte de sus puertos al verdadero uso deportivo, sin excluir a nadie que esté dispuesto a hacer lo que los clubes hacen por el deporte y por la sociedad. Eso sí, que éstos no pierdan de vista que lo que les distingue es el deporte, no los privilegios adquiridos por sus amarristas cuando se otorgaron las concesiones que ahora acaban.
Los amarres son el medio, no el fin.
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