Lo venimos advirtiendo desde hace muchos años. Los clubes náuticos, base de la vela y el piragüismo en Baleares, y de la afición por la náutica en general, están condenados a desaparecer si no se contempla legalmente su singularidad. Todo lo que se ha intentado hasta la fecha –ampliaciones de plazo por la vía de una disposición transitoria, competencias de proyectos, prórrogas, ocupaciones temporales...– ha sido un fracaso. Urge un cambio de plan.
Basta ver lo que está ocurriendo en la zona de competencia estatal de las Islas para darse cuenta de que o se hace algo o en menos de lo que pensamos las federaciones deportivas no dispondrán de las infraestructuras que necesitan para sostener la práctica de su actvidad, sobre todo en las etapas iniciales.
Cuando, hace más de 20 años, el primer Pacte de Progrés decidió convocar el polémico concurso del Club de Vela del Port d’Andratx, se sembró la semilla de la gentrificación de los puertos deportivos, al equiparar los legítimos negocios mercantiles (marinas) con las entidades sin ánimo de lucro (clubes) que fomentan el deporte y que han contribuido con su trabajo a que Baleares haya estado siempre en la vanguardia de la vela y el piragüismo internacional.
Después de Andratx llegó el caso Mahón (Mar Blau), que destapó la corrupción consustancial a la adjudicación de concesiones portuarias; después llegaron el caso Molinar y el caso Ibiza, que se encuentran en estos momentos bajo la lupa de la Justicia. Y, para rematar la faena, nos hemos encontrado con la negativa de facto de la APB a reconocer la labor social y deportiva que desempeña el Real Club Náutico de Palma.
Que esta sucesión de hechos se haya producido en el espacio de dos décadas demuestra que la clase política no ha tenido el menor interés en buscar una solución al problema. Ello se debe, en gran medida, a que la masa social de los clubes no ha sido capaz de hacer valer su fuerza. Hay muchos socios pero son una minoría los que estarían dispuestos a movilizarse. Otra razón es, por supuesto, que la sociedad, a estas alturas, sigue identificando náutica con lujo y ningún partido político ha mostrado la menor intención de cambiar esa percepción; más bien al contrario.
Si usted está leyendo este artículo y es socio de un club náutico sin problemas, debe saber que es solo cuestión de tiempo que se halle en la misma situación que sus homónimos de Palma, Molinar, Andratx, Mahón e Ibiza. La Ley no está de su parte y así seguira siendo el día que expire la concesión de la entidad a la que pertenece.
Los clubes no pueden sobrevivir con las normas portuarias actuales. Necesitan un reconocimiento claro y explícito a aquello que los hace diferentes. Si esto no se consigue dentro de un plazo razonable (las elecciones del 28 de mayo suponen una gran oportunidad para poner el asunto sobre la mesa), deberán plantearse muy seriamente un cambio de su modelo actual y adaptarse a la realidad del mercado, con todo lo que ello implica: subida de tarifas de los amarres de base, incremento de las cuotas para la práctica del deporte y dejar abierta en sus estatutos la posibilidad de concursar por concesiones fuera de sus actuales dominios.
Habrá quien diga que eso no es un club –y tal vez no le falte razón–, pero quedarse a esperar a que las cosas se arreglen solas no parece tampoco la mejor estrategia.
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