AZUL DE ULTRAMAR

SABINA PONS

Padre mallorquín, madre alemana. He crecido junto al Mediterráneo. Soy licenciada en Ciencias de la Información y Graduada en Historia del Arte.

La ola detenida

La gran ola del maestro Hokusai es la primera de la serie de estampas ‘Treinta y seis vistas del monte Fuji’

La gran ola de Kanagawa (c.1830), de Katsushika Hokusai. Xilografía sobre papel. Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

Mirad esta ola-monstruo, fijaos en su cresta y cómo se descompone en pequeñas garras que amenazan con apresar a los remeros. Los pescadores se sujetan a sus endebles barquichuelas, el mar es un sumidero, y aun así parece haber silencio y disciplina a bordo, segundos antes de que la ola se desplome sobre ellos.

Mirad el monte Fuji a lo lejos, coronado por la nieve y por la espuma y fijaos en cómo la ola pequeña, en primer plano, crea una simetría perfecta y duplica la montaña. Reparad en el punto de vista, ligeramente elevado, quizás es una gaviota la que contempla la escena. Observad la gama cromática: fríos azules, cálidos ocres, blancos vibrantes, el gris gélido del amanecer.

El maestro Hokusai no dejó nada al azar, su estampa es un prodigio de simetría y equilibrio. Hubo otras olas, otros ensayos, pruebas, intentos, pero esta de 1830 fue la buena, su obra más conocida. La bautizó como Bajo una ola en altamar en Kanagawa, pero todos la conocemos como La ola, como si no hubiera otra.

Van Gogh, gran admirador de Hokusai, utilizó el azul de Prusia en uno de sus más famosos lienzos, La noche estrellada (1889). Las espirales que cruzan el cielo, ¿aluden a la rotación de las constelaciones? ¿o son grandes olas que amenazan el sueño de los aldeanos?

Pero hay muchas, se calcula que de las planchas de madera de Hokusai pudieron salir hasta 5.000 copias, cada una diferente según la mezcla de pigmentos empleados. Olas furiosas que se han convertido en el emblema del estilo ukiyo-e, que dicen que significa algo así como estampas de un mundo que flota.  El Japón de los siglos XVIII y XIX, aislado del resto del mundo, absorto en sus costumbres, es el que retrata el ukiyo-e: mercaderes que beben sake, cortesanas tañendo instrumentos, cerezos en flor, hojas de arce, pescadores sorprendidos por las olas tras una dura noche de trabajo.

Olas que llegaron hasta Europa y conmovieron a los impresionistas: había otra manera de pintar, sin sombras, forzando el encuadre para generar tensión dramática, aplicando los colores con sencillez, estilizando al máximo, captando el instante. Manet, Monet, Degas, Van Gogh estudiaron las estampas japonesas y aplicaron sus descubrimientos, fue un encuentro decisivo entre el arte oriental y el occidental, una fusión que quizás hizo posible el cubismo, las vanguardias.

La espiral de Fibonacci encaja perfectamente en la estampa.

Mirad cómo la ola se alza en una espiral perfecta a la izquierda del cuadro y luego superponed mentalmente la caracola de Fibonacci: encaja a la perfección. Varios estudios confirman que Hokusai usó la sección áurea para organizar los elementos de la escena, una proporción que el ojo humano tiende a considerar perfecta. ¿Será por ello que sentimos una irresistible atracción hacia la obra?

Deteneos en el azul, un azul profundo y saturado, espeso como la sangre. Se llama azul de Prusia y es un hallazgo europeo que llegó a Japón a través de China. Hokusai tomó de la tradición occidental aquello que hacía crecer su arte, también la perspectiva lineal, que seguramente conoció por los grabados que llevaban consigo los mercaderes que llegaban a las costas japonesas.

Una estilizada ola abraza el monte Fuji en el logo de la marca de moda Quiksilver.

Reparad en la montaña sagrada, emblema de Japón, estable como un ancla, el punto de referencia en el que descansa el ojo en mitad de una escena que se tambalea. Dicen —pero, ¿quién sabe?— que la estampa es una metáfora del miedo más profundo de Hokusai: la aprensión del isleño que teme ser fagocitado por los conquistadores, el temor de quien habita su pequeño mundo y sabe que es inevitable que las potencias exteriores arrasen con él, con sus costumbres, con su identidad.

Si os habéis dejado llevar por el oleaje, ahí va una buena noticia: La gran ola es la primera de la serie de estampas Treinta y seis vistas del monte Fuji. Y cada una es más hermosa que la anterior.

Roy Lichtenstein recrea La gran Ola de Hokusai en Drowning girl, obra de 1963 que puede verse en el Museum of Modern Art (Nueva York).

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