La historia de Isidoro, un buen amigo, es la de un marino profesional que dedicaba su tiempo al transporte de veleros por el Atlántico, por lo que su experiencia estaba más que probada. Otra cosa es su motivación cuando en 2001 decidió dar la vuelta al mundo en solitario para ser el primer andaluz en conseguirlo. Estaba patrocinado por la Junta de Andalucía, que aportaba un pequeño capital, pero no dispuso de dinero para velas nuevas, revisiones y cabuyería de última generación.
Su barco, el ‘Islero’, un robusto Swan 454 construido por Nautor, era adecuado para el desafío, aunque hubiera necesitado una puesta a punto. Pero Isi se movía por la ilusión y quitaba hierro a las advertencias que le hacíamos; zarpó más para hacer un trabajo que porque alguien se lo pidiera. En su contra tenía su carácter alegre y extrovertido, cualidades que, para los viajeros de las olas, suelen volverse contra ellos; sobre todo si, como él, navegan en solitario.
Durante su aventura hablamos con él en la emisora COPE del Campo de Gibraltar y Costa del Sol, aprovechando las etapas que realizaba. Todavía conservo los minidisc en los que se puede apreciar los cambios de humor que fue padeciendo con el paso de los meses: la última desde Ciudad del Cabo fue preocupante y todavía hoy me sobrecoge: se le notaba alterado, pendiente de los reconocimientos que creía iba a recibir; algo muy negativo para quien está inmerso en una aventura de semejante calado.
La primera parte de su aventura empezó con paradas en Las Palmas y St Martin. Sin embargo, atravesando el mar Caribe tuvo tiempo revuelto que, según contó al llegar a Panamá, le enfureció, pues no lograba que el barco mantuviese el rumbo por culpa de olas que le llegaban de varias direcciones. En las Galápagos trató de reparar el piloto automático, pero no hubo forma. Por ello, tuvo que navegar las 4.000 milas que le separaban de Tahiti gobernando a mano, dando cabezadas y desgastando mucho su físico.
Volvimos a conectar con él en Papete, notándole más serio de lo normal. Nos anunció que zarpaba para el Norte de Australia, y que atravesaría el estrecho de Torres, para bajar después el Índico hasta el cabo de Buena Esperanza. Sin embargo, embarrancó en el Estrecho y estuvo a punto de perder el barco. Pero logró salir de la situación gracias a los guardacostas. Cuando hablamos con él nos dijo estar agotado, pero que iba a continuar.
Se detuvo en Durban, última vez que comunicamos con él. Le notamos preocupado, algo normal cuando se debe atravesar el cabo de Buena Esperanza, donde la corriente de Agujas se opone a las olas del Oeste, provocando corrientes contrarias de seis nudos, que levantan olas perpendiculares muy grandes.
A partir de aquí la cosa se complicó e Isidoro entró en un estado de excitación por el devenir de su travesía. Dos veleros que navegaban en su misma derrota, y habían estado con él en varios puertos, le contaron a Rafael del Castillo, el ángel de la guarda de la Rueda de los Navegantes, ya fallecido, que Isidoro estaba muy raro, que no era el ser alegre y divertido del Caribe o Panamá. Isi le mandó un email el 25 de marzo de 2003, donde decía:
Lo que sucedió después es conocido, pues su desaparición ocupó todos los medios. El que el velero apareciera flotando sin apenas daños encendió la mecha de las especulaciones. Quizás el hecho más evidente fuera que el pequeño bote de goma que llevaba estivado en proa había desaparecido junto con sus remos, abriendo la posibilidad a que se hubiera embarcado en él para huir de las alucinaciones que estaba sufriendo. Días después de este correo, ya no contestó a sus llamadas.
CONCLUSIÓN
Una cosa son los preparativos materiales de una embarcación con la que se pretende navegar durante más de un año, y otra muy distinta es la preparación psicológica para tal desafío. Por lo general, los barcos de recreo están diseñados para navegaciones costeras veraniegas: por ello, cuando se pretende llegar más allá, debemos someterlos a múltiples adaptaciones, siendo conscientes de que en muchas partes del mundo no encontrarás ayuda. Por ello es fundamental que uno se haya preparado a fondo. Es la razón por la que la mayor parte de los viajeros de las olas son unos manitas, por lo general fruto de la falta de medios, teniendo que usar la imaginación y el esfuerzo, más que un dinero del que suelen carecer.
Noticia del hallazgo del Islero 38 días después del último contacto. (El País)
Tras estas consideraciones, vienen las de orden mental y psicológico. Es cierto que estos tipos, que pueden vivir con poco en medio de la inmensidad de la mar, son gentes de acero que soportan todo lo que les viene, unido a una capacidad de adaptación inimaginable en el mundo seco. Por eso, las PRISAS no existen en sus travesías, adaptándose a largos periodos de tiempo sin viento. Sin embargo, también saben sacar partido de estas circunstancias, y recurren al bucolismo y a la introspección para salir indemnes.
Pero Isidoro navegaba a contrareloj en pos de una meta demasiado cercana. Cuando analizamos el número de días que permanece en verdaderos paraísos a los que costó tanto llegar, queda un sentimiento de prisa, pues alcanzarlos ha de ser un aliciente suficiente para sentirse pleno. Trasladar el estré del mundo seco al de los viajeros de las olas ha de ser lo último que debe hacer un navegante. Y si uno se deja invadir por las preocupaciones terrenales, es otra manera de no estar listo para tamaño desfío.
Navegar es deambular con el viento, pero también divagar con la mente, ese poderoso y desconocido espacio de nuestra cabeza que, sin saber por qué, nos permite ser felices o estar tristes y preocupados. Con la mar solo se puede jugar a unos metros de la orilla. En cuanto te separas de ella, las cosas se vuelven serias e imprevisibles. A mi amigo Isidoro le gustaba jugar, incluso, muy lejos de ella. Su carácter alegre y divertido le llevaba a ello. No creo que la soledad fuese su mejor aliada.
En febrero de 2023 mi amigo Fernando García Echegoyen le rindió un homenaje en el programa Cuarto Milenio que emite el canal 4 de Mediaset. Con un gusto exquisito, tanto él como su director revivieron al gran Isidoro tras más de 20 años de su desaparición. Un experto psiquiatra forense nos desveló algunos importantes aspectos de los cambios de humor y las paranoias unidas al estrés y el agotamiento. Con el último correo de Isidoro en la mano aprendimos cosas nuevas sobre la importancia de la mente en actos extremos. El programa, según me dicen, tuvo una excepcional acogida, y recibió muchos correos de espectadores fascinados con la historia. Con ello logramos devolver a la vida a este marino profesional andaluz, irrepetible donde los haya, que navegó más rápido con el cuerpo que con la mente. Los temporales y naufragios también pueden estar provocados por un fallo de la mente.