Ninguno, sin embargo, nos había hecho partícipe de su descontento de una manera tan clara como el actual, empeñado en que las cosas que aquí se publican obedecen a motivaciones políticas. Nada más alejado de la realidad.
Llevamos dos meses escuchando esta insinuación, desde que nos sumergimos para denunciar el estado del emisario de Ciudad Jardín como ejemplo de la responsabilidad en la que incurren los poderes públicos en la contaminación del medio marino, y ahora nos encontramos con la misma cantinela a cuenta de la postura que estamos adoptando ante lo que creemos es una clara campaña de satanización de los cruceros turísticos.
Cualquier que haya seguido esta publicación a lo largo de los años sabrá que los cruceros nunca han sido santos de nuestra devoción y que siempre nos hemos preguntado por los plazos de amortización de las obras millonarias que ha realizado la Autoridad Portuaria para permitir que coincidan en Palma un mismo día hasta ocho buques de esta clase. Nos hemos mostrado abiertamente contrarios a los planes directores que contemplaban la construcción de un segundo Dique del Oeste, y hemos demostrado que las cifras que se aducían para acometer esta reforma (publicadas en su día por el Instituto Marítimo Español) no obedecían a la realidad, que los estudios habían fallado por un enorme margen.
Hubiéramos preferido que los 38 millones públicos que se han destinado a atraer cruceros en mediante la ampliación del Muelle de Poniente y la instalación de duques de Alba se invirtieran en la náutica recreativa. En la creación, por ejemplo, de una zona de varada para reparación alejada del centro de Palma. Pero las cosas han ido por el camino que han ido y lo que ahora no nos parece de recibo es echar por la borda todo lo que se ha construido, aunque no nos termine de gustar.
Nos resulta sospechosa la repentina campaña contra los cruceros (a la que se han sumado todas las asociaciones afines al actual ejecutivo) y por eso consideramos de sumo interés que la gente sepa el dinero que se ha invertido en potenciar un sector que ayer era «estratégico» y que hoy, no se sabe muy bien por qué, es denostado sin disimulo por el gobierno balear.
La Autoridad Portuaria de Baleares lleva desde 1997 adaptando el puerto y asistiendo anualmente a la Cruise Shipping Miami para captar nuevos cruceros. Desde entonces, el Pacte (en el que siempre ha estado el PSM, ahora Més) ha gobernado dos legislaturas completas. Y nadie ha dicho nada, ni sobre el dispendio del desplazamiento a la feria ni sobre las inversiones que la APB ha realizado con profusión de acciones publicitarias y promocionales. Nos parece, pues, bastante legítimo criticar que la oposición frontal al turismo de cruceros se produzca cuando ya se ha gastado un montón de dinero y esté basada en argumentos que tanto valen hoy como hace 20 años.