Era absurdo pensar que la contaminación del mar por vertidos de aguas residuales sólo se da en la Bahía de Palma, pero, por si acaso, en este número aportamos los indicios de que un fenómeno análogo se podría estar produciendo en el Port de Sóller, donde un buceador ha fotografiado unas extrañas manchas que tienen toda la pinta de ser bacterias que afectan a la salud de la posidonia, las cuales están siendo analizadas por la UIB. Hay que ser precavidos y esperar a los resultados, pero eso no quita que debamos preguntarnos de nuevo qué está pasando con las depuradoras públicas y qué soluciones se piensan tomar a corto plazo.
De momento sólo percibimos una actitud huidiza, que se plasma en el permiso de cinco años que el Govern pretende concederse a través del decreto de protección de la posidonia para seguir contaminando las aguas litorales. No debemos olvidar que la posidonia es una especie que goza de una especial protección y que, como hemos demostrado de manera indubitada, en algunos puntos de Mallorca como la Bahía de Palma y tal vez el Port de Sóller, está siendo arrasada por los vertidos de aguas residuales. La respuesta de las autoridades ante esta emergencia medioambiental debería haber sido mucho más contundente, aunque la presión proceda casi exclusivamente de esta publicación y en menor medida del eco que la prensa general se ha hecho de algunas de nuestras informaciones.
La respuesta de las autoridades ante esta emergencia medioambiental debería haber sido mucho más contundenteEs bastante triste comprobar que en el último año no ha pasado nada y que las bacterias del emisario de la Ciudad Jardín se siguen reproduciendo y extendiendo. Ha sido un año en el que la salud de nuestro mar ha empeorado un poco más sin que ningún político ni asociación ecologista haya hecho un mínimo gesto que nos lleve a pensar que la situación puede revertirse. La sensación personal que tengo es que el asunto no les preocupa lo más mínimo (de ser así, no lo exteriorizan) y que en el fondo les da igual que nos los hayamos vuelto a poner en evidencia con el vídeo que grabamos el pasado mes de agosto, donde se ve que todo sigue igual. Esta actitud de mirar para otro lado me produce desazón, pues, desde hace ya mucho tiempo, en esta publicación tenemos muy claro que nuestra prioridad es el medio ambiente. La razón de que así sea es muy simple: si las agresiones continuán al ritmo actual (en especial los vertidos y la acumulación de plásticos), pronto no habrá mar para el recreo. Ya no es sólo lo que nosotros, los que estamos aquí, podamos disfrutar, sino de nuestro legado a las generaciones futuras.
La verdad es que no hemos sido conscientes de la magnitud del problema hasta que nos hemos metido de lleno en indagar sobre el estado de nuestro mar. Los datos del Oceanográfico de Baleares sobre los microplásticos producen escalofríos (los hay a ocho metros de profundidad en el Parque Nacional de Cabrera). La misma sensación se queda cuando, a raíz del descubrimiento de las manchas en el fondo marino de Sóller, recopilas incidentes de vertidos procedentes de la depuradora de Son Puça y te das cuenta de que el problema viene lejos y seguramente es compartido por todos los municipios costeros de las islas.
De verdad, esto no puede seguir así. El saneamiento de las aguas y los plásticos son una prioridad. Las soluciones no pueden demorarse por más tiempo. Los políticos –todos ellos, sin excepción, los que gobiernan y los que están en oposición– tienen que incluir este asunto en su agenda. Antes de que sea demasiado tarde.