Se ve que hay cosas más urgentes que debatir, porque la propuesta de la diputada de Ciudadanos Olga Ballester, que cuenta además con el apoyo de la representante de Gent per Formentera, Silvia Tur, no ha sido llevada aún al pleno ni parece que, de momento, vaya a ser discutida.
Llama la atención que un gobierno que hace bandera del medio ambiente tenga pendiente de desarrollar aspectos tan fundamentales del Plan Hidrológico autonómico como son los vertidos y el control mediante análisis e inspecciones de las aguas residuales.
Lo que piden Ciudadanos y el GxP en esta proposición es tan básico que cuesta creer que todavía no se haga. Por un lado, exigen al Govern que se comprometa a que no llegue al cauce de los torrentes (ni a los emisarios, añadiría yo) una sola gota de agua que no haya recibido tratamiento terciario. Por otro, reclaman la obligatoriedad de analizar mensualmente las aguas residuales industriales con el fin de evitar que se repitan casos como el de la playa de Trebaluger, contaminada por los vertidos de metales pesados procedentes de las fábricas bisuteras de Ferrererias.
El agua sometida a un tratamiento terciario no es apta para consumo humano, pero sí puede ser utilizada en la limpieza de calles y vehículos, y en el riego de jardines y campos de golf.
En un paraíso como el nuestro los vertidos que terminan en el mar a través de los emisarios deberían alcanzar un nivel parecido de descontaminación. Y si no se puede llegar a ese tercer escalón, porque tal vez constituya una utopía, al menos deberíamos no arrojar bocanadas de densas aguas marrones y millones de partículas de plásticos y otros materiales a menos de una milla de la costa, que es exactamente lo que estamos haciendo.
Fíjense en dos cosas. Una, que estoy utilizando la primera persona del plural, porque considero que la responsabilidad no es exclusiva del gobierno, aunque sí es denunciable su hipocresía cuando renuncia a poner solución al problema más grave –el de los vertidos– y acusa a los navegantes, sin más fundamento que los típicos y falsos prejuicios de clase, de ser los responsables del deterioro medioambiental marino. Y dos, que al hablar de «aguas marrones y plásticos» no lo hago de oídas, sino con la prueba irrefutable del desastre medioambiental sistémico que constituyen el vídeo y las fotografías que hemos realizado este mes en Gaceta Náutica sobre las emisiones de la tubería submarina de Ciudad Jardín, en la Bahía de Palma.
Les invito a leer el reportaje que publicamos en la página 7 de esta edición y a ver las imágenes de la inmersión en nuestra página de Facebook.
Vean con sus ojos lo que está pasando «un día cualquiera» y luego díganme si creen que la prioridad medioambiental es regular el fondeo sobre arena o ponerse las pilas, y hacerlo ya, con el tema del saneamiento.
Una buena manera de empezar sería debatir proposición parlamentaria de la que les hablaba al inicio de este artículo, a ver qué compromisos auténticos es capaz de asumir el gobierno con el medio ambiente más allá de sus consabidas proclamas.