El puerto lleva muchos años sin remodelarse a pesar del constante aumento de la población en la Isla.
Disfruté leyendo el artículo de Juan Poyatos sobre la remodelación del Puerto de Palma. Vivo en carne propia lo desagradable que es escribir sobre lo mal hecho, la corrupción o la agresión al entorno, sea ecológica, social o educativa (sí, es una redundancia lo de social y educativo, pero sin una seria reeducación desde políticos que hacen más daño que el cambio climático hasta los niños en primaria, poco podremos hacer en lo social).
Nuestra tarea como cronistas es explicarle a la gente normal en términos comprensibles, lo que la jerga de la mayoría de los comunicadores oficiales hace muy difícil. Si el puerto debiera ampliarse, los eternos detractores podrían intentar comprender lo que es una ciudad que crece. Sostenibilidad no es sinónimo de ascetismo o carencia: es proveer el bienestar y el estilo de vida de una manera que pueda mantenerse. La primera ministra Noruega Brundland, creadora del término sostenibilidad en 1983, consideró la calidad de vida como parte de la sostenibilidad a conseguir.
El Puerto de Palma hacía muchos años que no se remodelaba, dados los frecuentes cambios de presidentes y directores y las lamentables situaciones a las que estos le llevaron. Pero Palma, mientras tanto, siguió creciendo. Con 334.000 habitantes en el año 2000, llegamos a 419.000 en 2019, 560.000 si tenemos en cuenta el conurbano. El puerto, solo tomando en cuenta los habitantes de Palma y conurbano y no el resto de la isla, debe poder gestionar los servicios para 226.000 personas más que en el año 2000. Recuerden, lo que compramos en Mercadona, Carrefour Aldi o Lidl, tiendas, industria, coches, material agrícola y de construcción, escolar o médico, todo entra por el puerto, a quien hay que cuidar, y acomodarlo a las necesidades.
Hace unos años cuando hubo una huelga de transportistas, en pocos días quedó Palma desabastecida. Mover la industria náutica de reparación al muelle de San Carlos no es una idea nueva, lo vengo escuchando desde el 2007, cuando se hizo la gran Superyacht Cup y los organizadores nos dimos cuenta de que el lugar era idóneo por localización, acceso, e infraestructura existente. Palma evitará ruidos, olores y las cúpulas de plástico. Todo el mundo gana. Y la industria náutica sabe lo suficiente y tiene la actitud como para hacer que sea un éxito. Lo de las lanzaderas náuticas desde el actual Astillero de Mallorca o cercanías a San Carlos es una idea perfecta, si se provee suficiente aparcamiento cercano a los embarcaderos.
Eso sí, si la renovación del Muelle Viejo se lleva a cabo, nada de astilleros para reparaciones de náutica social, salvo que sea una escuela tipo la de Mestres d’ Aixa. Y la náutica social puede varar las embarcaciones y llevarlas a las sedes de los talleres a reparar. Todos preferimos estar frente al mar y no deber desplazarnos, igual que aparcar frente a la puerta de casa, pero ese confort del ciudadano a veces debe renunciar a ciertas comodidades para hacer posible el gran bien común. También podría adjudicárseles una superficie en San Carlos. El lugar ideal para la marina seca es el Dique del Oeste, o podría utilizarse una de las naves existentes de Astilleros o STP para ello.
El equipo de la APB ha demostrado en los últimos meses que es capaz de hacer un muy buen trabajo, inclusive lidiar con los dinosaurios de Madrid (Puertos del Estado). Se merecen que nos sentemos con ellos con mente amplia y algo de pragmatismo y, por un ratito, dejemos de lado conflictos arcaicos y broncas tradicionales, y creemos algo bien pensado y bueno para mallorquines y visitantes.
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