«Luego de que llega a México la noticia de haberse avistado el galeón en las costas, se cubren de gente los caminos de Chilpancingo y Acapulco; los comerciantes se dan prisa para ser los primeros a tratar con los sobrecargos que llegan de Manila… Es menester confesar que este comercio entre dos países, tres mil leguas distantes uno de otro, se hace con bastante buena fe, y tal vez aun con más honradez que el comercio entre algunas naciones de la Europa civilizada.» Alexander von Humboldt.
La extensa y precisa documentación que Andrés de Urdaneta proporciona tras el primer tornaviaje genera lo que puede considerarse la primera línea marítima regular conocida, que une tres continentes durante 250 años: el Galeón de Manila o Galeón de la China, también llamado, en Manila, el Galeón de Acapulco.
La derrota seguida por el galeón, que era propiedad de la Corona, se organizaba de tal manera que la salida desde Acapulco se programaba para el mes de marzo, con el fin de poder conseguir un posterior tornaviaje seguro. Los buques bajaban hasta el paralelo de 10ºN, para verse favorecidos por los alisios de levante, navegando por el llamado Mar de las Damas, dado lo placentero de la navegación por esas latitudes, hasta recalar en la isla de Guam, si era necesario hacer aguada. Después proseguía viaje hasta el Cabo Espíritu Santo donde, tras dar una salva de tres cañonazos, se enfilaba hacia el Estrecho de San Bernardino. Finalmente se arribaba al Puerto de Cavite, en la Bahía de Manila. Más de 8.300 millas navegadas para las que se necesitaban unas cien singladuras.
¿Qué transportaba entre Acapulco y Manila? La respuesta es evidente: misioneros, oficiales reales, mercaderes, soldados, vacas, caballos, maíz, cacao, tabaco, caña de azúcar, cacahuete, tomate, calabaza, papaya, pimiento… Pero sobre todo, plata para mercadear y el «real situado», que era la subvención que se enviaba desde Nueva España para sostener el archipiélago, construir infraestructuras y mantener al personal.
A la vuelta se programaba la salida para finales de junio, en la época de los vendavales, y así poder vencer las corrientes del Estrecho de San Bernardino. Tras recalar en San Jacinto o en Sorsogón con el fin de completar aguada, leña y víveres frescos, se arrumbaba al esnoreste y noreste, ya en océano abierto y, normalmente, entre grandes vendavales, se llegaba hasta la corriente de Kuro Sivo, en cuyo seno se alcanzaban los 38º de latitud norte, en que se arrumbaba al este. Los vientos portantes de poniente y la corriente del Pacífico Norte hacían que el galeón recalase en las costas americanas e, impulsado por la corriente californiana, arribase a Acapulco unas 150 singladuras después de haber salido de Manila.
Las mercancías que se transportaban desde Manila aglutinaban diversas mercaderías orientales: especias de las Molucas, Ceilán y Java; seda, marfil, porcelana, lacas y madreperlas de Cantón, Amoy y de Japón; alfombras, tapices y vestidos de algodón de la India, el sureste asiático y la isla de Ilocos; canela de Mindanao… La llegada a Acapulco era todo un acontecimiento y se celebraba una gran feria. Las mercancías que no se quedaban en Acapulco se cargaban en carretas y eran transportadas hasta Veracruz, pasando por México. En Veracruz eran cargadas de nuevo en las naves que hacían la Carrera de Indias, atravesando el Atlántico y recalando finalmente en Sevilla y Cádiz, donde finalizaba este viaje que unía los tres continentes.
Andrés de Urdaneta terminó sus días como agustino y fue esta orden una de las principales en la evangelización de las Filipinas. De hecho, en la sede del Real Colegio de los Agustinos de Valladolid, sede del Museo Oriental, podemos encontrar la, tal vez, mejor colección de arte de Extremo Oriente de toda España. La visita a las salas dedicadas al arte chino, japonés y filipino nos transportan a esas duras travesías del Pacífico. Si cerramos los ojos incluso podemos llegar a percibir el aroma a clavo y canela.
«Puede nisos habla: que grande nga pala el sacrificio del mga héroe para niso independencia» (Podemos decir: qué grandes sacrificios nuestros héroes han hecho para nuestra independencia) Frase en Chabacano, idioma hablado en Cavite y Ternate.