La primera edición de Gaceta Náutica se editó en el mes de julio de 2002, pronto hará 21 años. Entonces el titular de portada fue que la moratoria de puertos deportivos iba a suponer la paralización de 2.000 amarres, algo no muy distinto, por no decir idéntico, a lo que propugna el Plan de Puertos de Baleares estratégicamente aprobado hace unos días, el cual prohíbe la creación de nuevos puertos deportivos en el archipiélago y apuesta, entre otras cosas, por el uso compartido de las embarcaciones de recreo (al estilo de los clubes de navegación) como solución a la carencia de amarres y a la dificultad de acceso al mar de los residentes.
Con esto quiero decir que los problemas de la náutica tienden a enquistarse y son muy pocos, por no decir ninguno, los que se resuelven. Hay muchos ejemplos: fiscalidad abusiva, rampas sin mantenimiento, chárter pirata, corrupción portuaria, criminalización de los navegantes, contaminación marina por vertidos… Sin embargo, hoy, al hilo de la actualidad, me permitirán que les hable de los clubes náuticos. Otra vez.
Una de las primeras entrevistas que hice al iniciar esta aventura editorial me la concedió el entonces presidente del Real Club Náutico de Palma, Gabriel Barceló, quien ya me advirtió del grave peligro que corrían los náuticos y marítimos españoles si no se reconocía su hecho diferencial en la Ley de Puertos. En aquel momento nadie podía sospechar que el organizador de la Copa del Rey, decano de los clubes de Baleares y una institución reconocida internacionalmente, pudiera desaparecer. Pero el peligro ya existía y estaba perfectamente identificado.
Dos décadas después se han cumplido los peores presagios. El RCNP está donde nadie, salvo los muy pesimistas, imaginaba: sin concesión, sometido al capricho la cúpula directiva de la Autoridad Portuaria (que decide qué informes tiene en cuenta y cuáles no, a su puro arbitrio) y luchando en la calle por las instalaciones que ocupa desde hace nada menos que 75 años. Tiene razón Miquel Suñer, presidente de la federación nacional de clubes, cuando reconoce que la masiva manifestación por el RCNP llega tarde: «Si nos hubiéramos manifestado antes, otro gallo nos cantaría».
En los más de 20 años que separan la entrevista con Barceló y la actualidad no se ha avanzado prácticamente nada. Todos los intentos para salvar a los clubes —y aquello que representan (les invito a leer con detenimiento las cifras que publicamos en nuestra página 6)—, han sido un fracaso. Ningún político se ha atrevido a ponerle el cascabel al gato de la única manera posible: introduciendo cambios legales que garanticen la actividad náutica deportiva a través del modelo español de clubes (Europa haría bien en incorporarlo, en lugar de boicotearlo) y/o transfiriendo las competencias en la materia a las comunidades autónomas, tal y como contempan la Constitución y el Estatuto de Autonomía de Baleares.
Ha habido dos partidos que, a raíz de la manifestación convocada por el Náutico de Palma, han prometido adaptar la legislación. Les tomo la palabra por si, llegado el momento, tienen la capacidad real de cumplir aquello que han dicho. No sé si dentro de otras dos décadas Gaceta Náutica seguirá aquí; lo seguro es que, o cambia mucho la cosa, o la mayoría de los clubes habrán desaparecido y nadie se acordará de ellos. El tiempo prestado se agota.