Para no parecer menos ilustrado que mi querido amigo Diego Riera, empezaré esta carta náutica con una cita de Jean Baptiste Colbert, ministro de Finanzas en la época de Luis XIV de Francia: «El arte de los impuestos consiste en desplumar al ganso de forma tal que se obtenga la mayor cantidad de plumas con el menor ruido».
Del congreso náutico de ANEN, celebrado el mes pasado en Palma de Mallorca, podría destacarse el civilizado encuentro de representantes políticos; que dejó estupefacto al personal, y que hizo tambalear los principios políticos más férreos. La sorpresa la dio Cristina Gómez, una rara avis del mundo podemita y vicepresidente segunda del Consell de Menorca, al manifestar que estaba a favor de la eliminación del impuesto de matriculación de embarcaciones de recreo. Un impuesto con una recaudación irrelevante, cuya eliminación dinamizaría el mercado y supondría un efecto multiplicador en las arcas del Estado.
Una vez recuperado de este derroche de sensatez, y de la idea de que esa manifestación estaba cargada de cinismo y oportunidad –ya que la posición de su partido y sus adláteres ha sido siempre la contraria– me entero que el Consell de Menorca (Cristina Gómez) ha instado al gobierno balear a que solicite al gobierno central de Madrid la supresión del impuesto. No me queda más remedio que descubrirme y darle la enhorabuena.
Aunque ésta fue una de las intervenciones más relevantes del congreso, no se aprovechó la oportunidad que brindó el tener reunidos a representantes de los principales partidos políticos para preguntar por el decreto que está cocinando el Govern, que podría impedir el libre fondeo de embarcaciones en toda la costa balear. Decreto que se propone para proteger la posidonia y que, en realidad, se promulgará para regular el número de embarcaciones en navegación, en lo que algún botarate denominará «navegación sostenible».
La posidonia está siendo agredida por miles de toneladas de mierda, bacterias y demás productos tóxicos que echan al mar cada día los emisarios
Es la misma posidonia que está siendo agredida por miles de toneladas de mierda, bacterias y demás productos tóxicos que echan al mar cada día los emisarios marinos; la misma que sufre el arrastre de los pescadores profesionales, cuyos cotos privados de pesca pretende ampliar el Conseller de Medio Ambiente y su Director General de Pesca, que fue, casualmente, Patrón Mayor de la Cofradía de pescadores de Cala Ratjada. Es la misma posidonia que se nutre de fertilizantes filtrados al mar por los acuíferos y de pringues aceitosos que se esparcen las guiris por sus carnes. La misma que sufre el calentamiento del agua del Mediterráneo.
El preámbulo del decreto nos ilustra diciendo que en Baleares existen más de veinte mil amarres en cincuenta puertos y que «obviamente esta actividad tiene un potencial de interacción importante con estas praderas». Al margen de lo obviamente mejorable de su redacción, es una clara alusión a la pretensión final del legislador.
Intentaré exponer algo que incluso el legislador más obtuso comprenderá: la extensión de posidonia oceánica en Baleares es de mil kilómetros cuadrados repartidos a lo largo de 1.428 kilómetros de costa. Las zonas donde es físicamente posible fondear en las islas tienen una extensión, siendo muy generosos, de cincuenta kilómetros cuadrados (contando con la playa de Palma y la de Muro, donde no fondea nadie). Incluso los que han sufrido la LOGSE podrán concluir que las zonas de posible fondeo en las Islas Baleares tienen una extensión de menos del 5% del total de la superficie de praderas de posidonia.
Pero vamos a profundizar un poco más: de este 5%, la mitad son arenales en los que nunca ha habido posidonia y casi todo el resto ya está protegido con boyas, por lo que las zonas de posible fondeo en las que hay posidonia tienen una extensión absolutamente irrelevante. Y si este argumento no basta, miren las fotos aéreas de las calas más saturadas de barcos (Portals Vells, Illetas o Palma Nova): la posidonia es la misma que hace cincuenta años.
Por qué no hacemos todos un esfuerzo, dejamos de agredirnos y hacer demagogia: no puede ser que Cristina Gómez y Francina Armengol, representantes del gobierno de esta legislatura, hagan un discurso de merecida ovación en el congreso de ANEN y después promulguen un decreto que puede hacer peligrar la libre circulación de embarcaciones de recreo y el futuro de las empresas náuticas.
Seamos sensatos y hagamos un decreto que proteja la posidonia y la libertad de los navegantes.
Del congreso náutico de ANEN, celebrado el mes pasado en Palma de Mallorca, podría destacarse el civilizado encuentro de representantes políticos; que dejó estupefacto al personal, y que hizo tambalear los principios políticos más férreos. La sorpresa la dio Cristina Gómez, una rara avis del mundo podemita y vicepresidente segunda del Consell de Menorca, al manifestar que estaba a favor de la eliminación del impuesto de matriculación de embarcaciones de recreo. Un impuesto con una recaudación irrelevante, cuya eliminación dinamizaría el mercado y supondría un efecto multiplicador en las arcas del Estado.
Una vez recuperado de este derroche de sensatez, y de la idea de que esa manifestación estaba cargada de cinismo y oportunidad –ya que la posición de su partido y sus adláteres ha sido siempre la contraria– me entero que el Consell de Menorca (Cristina Gómez) ha instado al gobierno balear a que solicite al gobierno central de Madrid la supresión del impuesto. No me queda más remedio que descubrirme y darle la enhorabuena.
Aunque ésta fue una de las intervenciones más relevantes del congreso, no se aprovechó la oportunidad que brindó el tener reunidos a representantes de los principales partidos políticos para preguntar por el decreto que está cocinando el Govern, que podría impedir el libre fondeo de embarcaciones en toda la costa balear. Decreto que se propone para proteger la posidonia y que, en realidad, se promulgará para regular el número de embarcaciones en navegación, en lo que algún botarate denominará «navegación sostenible».
Es la misma posidonia que está siendo agredida por miles de toneladas de mierda, bacterias y demás productos tóxicos que echan al mar cada día los emisarios marinos; la misma que sufre el arrastre de los pescadores profesionales, cuyos cotos privados de pesca pretende ampliar el Conseller de Medio Ambiente y su Director General de Pesca, que fue, casualmente, Patrón Mayor de la Cofradía de pescadores de Cala Ratjada. Es la misma posidonia que se nutre de fertilizantes filtrados al mar por los acuíferos y de pringues aceitosos que se esparcen las guiris por sus carnes. La misma que sufre el calentamiento del agua del Mediterráneo.
El preámbulo del decreto nos ilustra diciendo que en Baleares existen más de veinte mil amarres en cincuenta puertos y que «obviamente esta actividad tiene un potencial de interacción importante con estas praderas». Al margen de lo obviamente mejorable de su redacción, es una clara alusión a la pretensión final del legislador.
Intentaré exponer algo que incluso el legislador más obtuso comprenderá: la extensión de posidonia oceánica en Baleares es de mil kilómetros cuadrados repartidos a lo largo de 1.428 kilómetros de costa. Las zonas donde es físicamente posible fondear en las islas tienen una extensión, siendo muy generosos, de cincuenta kilómetros cuadrados (contando con la playa de Palma y la de Muro, donde no fondea nadie). Incluso los que han sufrido la LOGSE podrán concluir que las zonas de posible fondeo en las Islas Baleares tienen una extensión de menos del 5% del total de la superficie de praderas de posidonia.
Pero vamos a profundizar un poco más: de este 5%, la mitad son arenales en los que nunca ha habido posidonia y casi todo el resto ya está protegido con boyas, por lo que las zonas de posible fondeo en las que hay posidonia tienen una extensión absolutamente irrelevante. Y si este argumento no basta, miren las fotos aéreas de las calas más saturadas de barcos (Portals Vells, Illetas o Palma Nova): la posidonia es la misma que hace cincuenta años.
Por qué no hacemos todos un esfuerzo, dejamos de agredirnos y hacer demagogia: no puede ser que Cristina Gómez y Francina Armengol, representantes del gobierno de esta legislatura, hagan un discurso de merecida ovación en el congreso de ANEN y después promulguen un decreto que puede hacer peligrar la libre circulación de embarcaciones de recreo y el futuro de las empresas náuticas.
Seamos sensatos y hagamos un decreto que proteja la posidonia y la libertad de los navegantes.